El paseo en bici había sido largo y me tiré en el sillón de mi viejo a ver tele. Comimos unas empanadas y quede medio adormecido. Las voces me llegaban vía coaxil por ese aletargamiento. Un tipo repetía la palabra valores. Los valores del ragbi, los valores del ragbi. Toqué mi bolsillo y saqué mi billetera. 2 pesos. El día anterior para ir a jugar un partido ante 8 mil personas y transmitido por el líder mundial en deportes tuve que pelar 120 mangos. Si no tenía la guita probablemente no podría haber ido a jugar jugar. Los valores del ragbi son bastante altos.
Mi tío es carpintero. Para él 120 mangos es una fortuna, por lo tanto no podía creer que para ir a jugar un partido tan importante tuviéramos que pagar. Me preguntó cual era mi postura ante la discusión del momento. Yo fui profesional, Quique, es como que el Papa te diga que para él los judíos tienen la posta, además si hacen el ragbi todavía más amateur tengo que meter una salidera o algo, porque no me va a dar la guita. A pesar de no participar en el extraño mundo del ragbi, mi tío está bastante informado. Dijo que la postura de unos es que el amateurismo debe mantener los valores y que los jóvenes tienen que estudiar. Pero, ¿que quieren estos tipos, decidir la vida de los demás?, preguntó. De pronto, el de la tele dijo,“queremos seguir formando mejores personas”. ¡Ah, la mierda!, dijo mi tío y se mandó una de jamón y queso.
Que yo sepa, los principios del ragbi son correr para adelante y hacer trai, básicamente. A mi alguien que necesite decir permanentemente que es buena persona me da un poco de desconfianza. No entiendo la necesidad de dar la imagen de un ambiente inmaculado. ¿No basta con disfrutar el hacer algo apasionante? Cuando el hombre se toma demasiado en serio a sí mismo corre peligro.
En la adolescencia me pasé luchando contra el tormento estúpido de tener que ser alguien. Es difícil si se crece en una época en la que el culto al éxito es un arma de destrucción masiva. Ese condicionamiento es muy perverso. Yo no estudié ninguna carrera. De hecho, cursé publicidad y me di cuenta de lo que no quería ser. No significa que no haya que estudiar. Cada uno tiene que hacer el camino que más le guste. A mí me gusta escribir, tocar la guitarra, cantar, correr con la pelota y enseñar. Llegué al nirvana dándome cuenta de esas cosas y estando presente cuando las hago. Ese es el valor más grande para mí.


http://tomidevedia.rugbytime.com/2010/10/19/ser-amater-es-carisimo/